La Nochebuena es, por excelencia, un espacio de encuentro, memoria y reconciliación. Alrededor de la mesa se congregan historias compartidas, afectos profundos y, en ocasiones, silencios cargados de heridas no resueltas. En este contexto, la Cena de Nochebuena puede comprenderse como un verdadero círculo restaurativo, donde la disposición interior de cada persona es tan importante como el alimento que se comparte. No se trata solo de sentarse a cenar, sino de abrir el corazón al diálogo, al perdón y a la reconstrucción del vínculo familiar y comunitario.
El círculo restaurativo navideño se sostiene en valores esenciales: la escucha, el respeto, la palabra auténtica y la búsqueda de paz. En él, cada participante tiene voz y dignidad, y el centro del círculo no es el conflicto, sino la posibilidad de restaurar lo que ha sido dañado. En la Nochebuena, ese centro adquiere un significado profundo: Cristo nace como signo de esperanza y reconciliación, recordándonos que la paz no se impone, sino que se construye desde el interior de las personas.
Cristo se presenta como el mediador perfecto del diálogo, aquel que une lo humano con lo divino y que, a través de su ejemplo, enseña a escuchar antes de juzgar, a comprender antes de señalar y a amar incluso en medio de la diferencia. Su nacimiento es un acto restaurativo en sí mismo: Dios que se acerca, que se sienta simbólicamente a la mesa de la humanidad para sanar, reconciliar y renovar las relaciones rotas.
En este círculo navideño, la palabra encuentra su cauce cuando se pronuncia con verdad y misericordia. El diálogo, inspirado en Cristo mediador, no busca vencedores ni vencidos, sino acuerdos del corazón, reconciliaciones sinceras y compromisos renovados. Así, la Nochebuena se transforma en un espacio sagrado donde el pasado se resignifica y el futuro se abre a la esperanza.
Celebrar la Cena de Nochebuena como un círculo restaurativo es permitir que Cristo nazca también en nuestras relaciones, convirtiéndose en el centro del diálogo, en el puente del perdón y en la fuente de una paz duradera. Porque solo cuando el diálogo es guiado por el amor, la justicia y la misericordia, la Navidad cumple plenamente su sentido restaurador.
Alberto Villegas Cabello
Abogado y Mediador
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