sábado, 6 de septiembre de 2025

HUMILDAD: VIRTUD DEL MEDIADOR

 


La humildad como virtud esencial en la figura del mediador: una crítica al narcisismo profesional

 La humildad como Virtud 

En el campo de la resolución de conflictos, la figura del mediador ocupa un lugar central como facilitador del diálogo y constructor de consensos. Esta labor exige no solo habilidades técnicas, sino también cualidades éticas y humanas que orienten su accionar con sensibilidad, respeto y responsabilidad. En este marco, la humildad se presenta como una virtud imprescindible. No se trata de una simple disposición a ceder, sino de una actitud profunda de reconocimiento de los propios límites, escucha activa y apertura al otro. Sin humildad, la mediación pierde su esencia transformadora. Por el contrario, cuando el mediador actúa guiado por el narcisismo, se rompe el equilibrio del proceso, se contamina la neutralidad y se compromete la legitimidad de los acuerdos. Este ensayo busca argumentar por qué la humildad es un pilar indispensable en la figura del mediador y por qué el narcisismo es una distorsión ética que debe ser denunciada y excluida del ejercicio profesional.

La humildad como disposición ética en la mediación

En el pensamiento ético clásico, la humildad ha sido reconocida como una virtud que modera la soberbia y permite al sujeto actuar con prudencia y justicia. Santo Tomás de Aquino, por ejemplo, la consideraba necesaria para mantener el orden moral del alma y favorecer el trato equitativo con los demás. En el contexto actual de la mediación, la humildad adquiere una dimensión práctica: permite al mediador suspender sus juicios, escuchar sin prejuicios y reconocer que no tiene el monopolio de la verdad.

El mediador humilde no se presenta como una figura de autoridad, sino como un facilitador del diálogo. Entiende que su papel no es imponer soluciones, sino crear condiciones para que las partes en conflicto puedan construir sus propios acuerdos. Esta actitud se basa en el principio de autonomía de las partes, uno de los pilares fundamentales de la mediación moderna. El mediador que actúa con humildad se coloca al servicio del proceso, no por encima de él.

Narcisismo y mediación: una contradicción ética

El narcisismo, entendido como una autoimagen inflada y una necesidad constante de admiración y validación, es profundamente incompatible con la práctica de la mediación. Desde la psicología, autores como Heinz Kohut y Otto Kernberg han descrito al narcisista como alguien con baja tolerancia a la crítica, incapaz de empatizar genuinamente con los otros y profundamente centrado en sí mismo. Estas características, trasladadas al rol de mediador, resultan perjudiciales y peligrosas.

El mediador narcisista no escucha para comprender, sino para reafirmar su propia autoridad. Suele monopolizar la palabra, interrumpir constantemente a las partes, imponer su perspectiva como si fuera incuestionable y convertir el proceso en un escenario donde él brilla, no donde las partes se reconcilian. Esta actitud destruye el principio de neutralidad, uno de los valores centrales del rol mediador, y transforma la mediación en una caricatura: un simulacro de diálogo donde el protagonismo se centra en el profesional, no en los verdaderos actores del conflicto.

Desde una perspectiva ética, esta actitud resulta inaceptable. Un mediador que actúa desde el narcisismo no solo falla en su labor técnica, sino que incurre en una grave irresponsabilidad moral. No hay neutralidad posible si el ego del mediador está en el centro. No hay justicia restaurativa cuando el profesional se convierte en juez encubierto de las emociones y decisiones de las partes.

La humildad como herramienta de eficacia y legitimidad

No basta con decir que la humildad es deseable en un mediador: es necesario demostrar su utilidad práctica. Un mediador humilde es más eficaz porque genera confianza. Las partes perciben cuando son escuchadas con atención y respeto, cuando sus emociones son validadas sin ser manipuladas, y cuando el profesional no busca imponer su criterio. Esta confianza es el fundamento sobre el cual pueden construirse acuerdos sostenibles y auténticos.

Además, la humildad fortalece la legitimidad del proceso. En tiempos de profunda desconfianza hacia las instituciones y las figuras de autoridad, un mediador humilde representa una ruptura positiva: alguien que no busca poder, sino solución; que no se posiciona como “dueño del proceso”, sino como acompañante del mismo. Esta legitimidad es clave para que los acuerdos alcanzados tengan valor simbólico y real a largo plazo.

Por el contrario, el mediador narcisista contamina el proceso desde el inicio. Su necesidad de aprobación y control limita la libertad de las partes, genera desconfianza, y a menudo, produce acuerdos artificiales o forzados, que terminan fracasando en su implementación. El daño que provoca no es solo técnico, sino profundamente humano: reproduce las lógicas de poder que la mediación justamente busca superar.

Conclusión

La humildad no es una virtud accesoria en la figura del mediador, sino su piedra angular. Solo quien actúa con humildad puede escuchar sin juzgar, facilitar sin imponer y construir sin protagonismo. Frente a ello, el narcisismo representa una desviación ética grave, que anula la esencia de la mediación y convierte el proceso en un espectáculo egocéntrico, alejado del diálogo real y del respeto mutuo. Es urgente, por tanto, no solo promover la humildad como una competencia profesional clave, sino también denunciar y excluir de la práctica de la mediación a aquellos que actúan movidos por la vanidad, el poder y el protagonismo personal. La mediación, como herramienta de transformación social y humana, merece estar en manos de personas que comprendan que el centro del proceso no es el mediador, sino las partes en conflicto.


Alberto Villegas Cabello

Abogado y Mediador

KofC 


Aquilino, M. (2021). Ética y resolución de conflictos: Claves para una práctica profesional responsable. Editorial Dykinson.

Baruch, E. H. (2005). The Sense of Self: Perspectives from Psychoanalysis and the Humanities. Yale University Press.

Bush, R. A. B., & Folger, J. P. (2005). The Promise of Mediation: The Transformative Approach to Conflict. Jossey-Bass.

          Kernberg, O. F. (2004). Trastornos graves de la personalidad. Paidós.

         Kohut, H. (2001). El análisis del self. Amorrortu Editores.

           Menkel-Meadow, C. (2001). Ethics in Mediation: The Role of the Mediator and the Limits of                Neutrality. South Texas Law Review, 41(2), 393–416.

   Simmel, G. (2002). Ensayos sobre la vida moderna. Alianza Editorial.   

          Thomas de Aquino. (2000). Suma Teológica (Vol. II-II). BAC.

No hay comentarios:

Justicia Restaurativa en Materia Familiar: Un Enfoque Humanizado para la Resolución de Conflictos

 UN ENFOQUE HUMANIZADO PARA LA RESOUCIÓN DE CONFLICTOS En los últimos años, el sistema de justicia ha comenzado a transitar desde un modelo...